sábado, 27 de diciembre de 2008

Cuándo hay arte. Nelson Goodman

“MANERAS DE HACER MUNDOS”, Nelson Goodman

Nelson Goodman es Profesor Emérito de Filosofía en la Universidad de Harvard. Conocido por su libro Los lenguajes del arte (1976), entre sus otras obras destacan The Structure of Appearance (1951), Fact, Fiction an Forecast (1954, 1977) y Problems and Projects (1972).


La primera edición de esta obra data de 1978.


El texto de Goodman relata algunos de los puntos de vista que este filósofo sostiene acerca del tema de cuándo se da el arte y qué hace éste. Así nos lo adelanta el título del cuarto capítulo de su libro Maneras de hacer mundos (“¿Cuándo hay arte?)”. Goodman no se preocupa tanto por la denominación concreta de lo que es el arte, como por analizar cuándo se da el caso.
Como el filósofo afirma, tratar de definir lo que es el arte, a menudo resulta una ardua tarea que no suele finalmente sacar nada en claro.
Conviene entonces atender a otras cuestiones que pueden por lo menos aproximarnos a esta definición pero sin concentrarse exclusivamente en ella.


Para ello, a través de lo que entiende nuestra cultura por arte, extraeremos algunos puntos que facilitarán la difícil tarea.

La mayoría de la gente (=observadores/espectadores) reconoce arte en una serie de “objetos” en los que ven desarrolladas ciertas habilidades plásticas (pictóricas, escultóricas, etc.) y una simbología en las imágenes que estos objetos representan.
Para el gran público, el arte se encuentra en los museos, en las galerías y en los salones de los coleccionistas, y suelen representar o bien emociones, sentimientos, etc., o bien, una escena real, si por real entendemos aquello que sabemos que ocurre o aquello que vemos. El arte entonces se da en aquellos “objetos” que reflejan la realidad o el mundo interior del artista o hacedor de arte de la manera más fidedigna posible, esto es, de la mejor manera en la que el espectador pueda identificar o reconocer lo que está viendo.

Con este análisis escueto y pobre, pero medianamente efectivo, creo, podemos comprender la concepción general del arte, y que el autor del texto se refiera en cierto punto al simbolismo para explicar a lo que puede referirse cuando habla de arte puro.

Lejos de ese hábito generalizado de adjudicar a las piezas artísticas un simbolismo que puede o no estar, hay que plantearse la noción de obra de arte independientemente de tal simbolismo. Esto es lo que Goodman señala en referencia a la labor de los críticos e historiadores de arte, que igualmente apuntaba Freedberg: los críticos, preocupados más por “arrancar al arte de las malezas sofocantes de la interpretación y del comentario” (Pág. 90), y optando por mantener sus posturas prudentes y moderadas, prefieren “aislar la obra de arte como tal de aquello que esa obra simboliza o refiere en cualquiera de sus formas” (Pág. 89), para que el arte sea totalmente puro.

Sin embargo, como bien escribe Goodman, no caen estos sujetos en la cuenta de que cualquier representación es en sí misma un símbolo, y que se entiende que ésta es “estar-en-el-lugar-de”.Una obra artística, como imagen (=retrato, efigie, apariencia), “tiene carácter representacional y por tanto no puede ser pura”.

Como trata de explicar nuestro filósofo, “no todo lo que algunos símbolos simbolizan está totalmente fuera de ellos” (Pág. 91). Al modo de la famosa imagen de Magritte, Ce ci n’est pas une pipe, hay imágenes que lo pueden ser también de sí mismas (imaginemos una pintura de un cuadro, enmarcada), o todo lo contrario, que la imagen de algo no lo implique, no lo involucre (como sucede con las imágenes de unicornios o monstruos -ejemplo del autor-, que no los incluyen porque ni siquiera existen).

Se puede entender mejor con otro ejemplo que el filósofo describe en la página 92, refiriéndose a un cuadro abstracto y a su poder expresivo; los críticos o los puristas -como Goodman bautiza-, creerán que el arte abstracto será más puro puesto que nada simboliza en el sentido en que ellos lo entienden. “Las cualidades que cuentan en una pintura purista son aquellas que la obra manifiesta, selecciona, enfoca, exhibe, realza en nuestra conciencia […] cualidades que no sólo posee sino que también ejemplifica […]” (Pág. 96). Pero habiendo entendido que la propia representación de sentimientos, emociones o cualquier otro estado que haya influido en la creación de una obra de arte, es ya un símbolo, quedarán igualmente refutados.

Pero la diferenciación entre unas cualidades intrínsecas (las que apelen exclusivamente a la obra como tal, sin simbolismos) y otras extrínsecas (las que hablan de aspectos secundarios respecto de la obra de arte en sí misma) puede ser ambigua, imprecisa, puesto que “una pintura o cualquier otra obra tiene características que pertenecen a ambas a la vez” (Pág. 93).

Si pudiéramos sobre-entender del texto de Goodman que el hecho de que no haya nada –objeto, ser o acontecimiento- que excluya sus propias cualidades externas esté relacionado con el hecho de no poder ignorar el contexto en el que tiene lugar tal objeto, puesto que inevitablemente influirá en él y no será nunca puro en ese modo, obviaríamos el resto del relato que el propio autor designa como “charla altisonante sobre arte y filosofía” (Pág. 94).

Después de todo, puede ser que no erremos al presuponerlo, pues el filósofo mismo en un momento dado del relato admite que esas propiedades tan referidas pueden variar enormemente según las circunstancias.

Y es que no queda del todo clara la diferencia entre esas cualidades, y más que la diferencia, si verdaderamente son relevantes para tenerlas en consideración a la hora de juzgar o calificar una obra de arte.

Lo que sí hemos entendido con este dilema propuesto es que con emociones o sin ellas, con imágenes reales u oníricas, la obra de arte, por pura o impura que sea, siempre simboliza algo en la medida en que representa, aunque sean los propios colores, colores que comparte con otra serie de miles de cosas. Lo llamemos como lo llamemos, simbolizar no es diferente de referir, ejemplificar, representar o expresar, puesto que lo que todos estos verbos significan es reseñar. En palabras de Nelson G. “[…] el arte purista consiste sólo en evitar ciertas maneras de simbolización” (Pág.97).

Con este conflicto casi ideológico sobre las cualidades del arte, deducimos que la pregunta de qué es arte debe sustituirse (justo como Goodman pretendía) por la de cuándo hay arte, pues una definición absoluta sobre éste término sería más polémica, y aun así, se puede derivar de la segunda pregunta, que sin duda se responde sola después de este proceso deductivo en el que el filósofo nos ha introducido.
Ya que las cualidades del objeto de arte dependen ciertamente del contexto y las circunstancias en que han de tener lugar, cabe pensar que “un objeto puede ser una obra de arte en algunos momentos y no en otros” (Pág.98); “De la misma manera que lo que es rojo puede parecer o ser dicho rojo en determinados momentos, así también lo que no es arte puede funcionar o ser considerado arte en determinados momentos” (Pág. 101, pie de página).

Sin duda es más interesante preguntarse cómo es el buen arte, cuándo se da el arte, o qué es lo que diferencia un objeto artístico de uno que no lo es, que preocuparse por establecer una definición correcta.


Que nos planteemos ante una obra de arte si simboliza tal o cual, o qué es lo que representa, es quizá porque nuestra manera de “ver” o “leer” no está trabajando todo lo debido; “el ver” debe entenderse como un estado activo ante las obras, “la obra de arte no funciona si le dedicamos poco tiempo”. Debemos ser conscientes de que “este acento sobre la no transparencia de una obra de arte, sobre la primacía de la obra sobre aquello a lo que ella misma se refiere, no implica la negación o la desconsideración de las funciones simbólicas, sino que se deriva de ciertas características de una obra en tanto símbolo”. Aun con esto, como el filósofo apunta al final del cuarto capítulo, un objeto que simbolizaba algo antes, puede no simbolizar ahora nada, de modo que su simbología no nos es especialmente trascendente a la hora de definir cuándo se da el arte.

Para decidir, en definitiva, cuándo hay arte, no basta con atender a los aspectos que nos lo indican superficialmente, sino que se debe atender a cómo funciona algo que se ha tildado de obra de arte.
Sabiendo cómo funciona una obra de arte aceptada por todos como tal, la cultura, la sociedad construye todo un sistema llamado Arte, en el que se incluyen objetos semejantes con funciones equivalentes.
. . .


Lo que es de destacar bajo mi punto de vista de este texto es la cuestión de la educación en arte, que si bien no se explicita, se lee claramente en diversos puntos.
Goodman parece tener muy en cuenta esa práctica habitual que la mayoría que opina sobre arte tiene de querer extraer de la obra determinadas sustancias que si bien no sabemos exactamente de dónde proceden. Esta usual tendencia por el simbolismo y lo que quiere decir un cuadro, una escultura, se transforma en una inadecuada forma de entender el arte.

Como decía renglones atrás, quizá el problema radique en la actitud pasiva del espectador ante la obra; se deja cautivar por los símbolos, por el misterio y la intriga que encierran los mismos más que por la obra en sí misma, como dirían los puristas a los que se refiere Goodman.

La experiencia artística parece estar entendida desde el placer que produce la obra, desde el gusto estético, y no desde la comprensión de la misma.

Las cuestiones que el ser humano duda, se plantean, se determinan mediante un laborioso proceso de invención, y no a través de la observación pasiva


. . .


*Llegados a este punto debemos apelar a la diferencia que hábilmente propone Goodman entre las propiedades internas de una obra y sus cualidades externas: las propiedades, como su origen etimológico indica, provienen de lo propio, del sujeto al que se refieren, y por ello tienen la calidad de intrínsecas, mientras que las cualidades se referirán más a los asuntos externos, extrínsecos del sujeto al que se refieran.

domingo, 21 de diciembre de 2008

Los trucos de Zeusis

Estuvimos una vez más en clase tratando el tema de la ilusión, el engaño en la pintura, del interés de los artistas de todos los tiempos por la representación de las formas naturales, y de la calidad de esa representación en tanto que es capaz de evocar la misma respuesta que el original.
Hablando de la identificación o el reconocimiento que experimentamos y que realmente valoramos ("y es el que nos da gusto") en la obra, el profesor recordó una anécdota que Plinio, en su libro Naturalis Historia (siglo I), comenta acerca del pintor griego de finales del siglo V a. C. Zeusis Heracleotes.

La anécdota en cuestión cuenta que al ser llamado Zeusis a Crotona para adornar uno de los templos con un retrato de Helena de Troya, el pintor reunió a las cinco muchachas más bellas de la ciudad y combinó los rasgos más hermosos de cada una de ellas hasta dar con una belleza ideal, insólita y sublime.

De Zeusis se cuenta también que habiendo pintado un cuadro en el que un muchacho llevaba una cesta con uvas en la cabeza, las moscas acudían a picar las uvas de la tabla, lo que fue considerado por los amigos del pintor como sobrada muestra de excelencia en su arte. Zeusis no opinaba lo mismo, al estimar que había hecho mal el retrato del muchacho, pues de haberlo hecho tan perfecto como las uvas, las moscas no se hubieran atrevido a acercarse a ellas.


Esta historia de las uvas se repite en el relato de la disputa entre Zeusis y su rival Parrasio, pintor de Efeso. Para resolver de una vez por todas la rivalidad entre ambos se decidió exhibir juntas una tabla de cada uno. La de Zeusis representaba al muchacho con las uvas, a las que acudieron unos pájaros a picotearlas. Esto pareció zanjar la cuestión, y Zeusis pidió a Parrasio que retirara la cortina que hasta entonces había cubierto su tabla. Parrasio mostró entonces que no había tal cortina, pues se trataba de una cortina pintada.

Si Zeusis había engañado a los pájaros, Parrasio había engañado a Zeusis.


(Libro: Chamorro, Eduardo : Trucos de artista.)

De Apeles, uno de los más queridos y apreciados pintores de la Edad Antigua (n. 352 a.C.), escogido por Alejandro Magno para retratarle, y rival de los citados pintores, se cuentan relatos semejantes al anterior.


De todos estos relatos podemos deducir la lógica predilección de la cultura occidental por valorar el arte en cuanto a su siginificado y a la maestría con que están retratados, copiados los objetos reales. En esta valoración es determinante la identificación -como comentaba al principio- que el espectador percibe entre lo que ve en la obra y lo que recuerda, o a lo que ésta le remite.

La relación que se establece entre el espectador (formado o no en el campo de las artes) y la obra, o mejor dicho, lo representado en ella, lo que percibe, lee, entiende, nos remite al texto de David Freedberg, "El poder de las imágenes" que próximamente estará colgado en el blog.

Definiciones II

Lenguaje.-

1.-"sistema de signos orales o escritos que utilizan los miembros de una comunidad para comunicarse".

2.-"Facultad humana para comunicar ideas o sentimientos".

3.-"Manera de expresarse".

4.-"Sistema de signos artificiales que utilizan los miembros de una comunidad para comunicarse".

Diccionario Enciclopédico Larousse.

Entre los sinónimos, encontramos los siguientes:

1.- lengua/habla/dialecto
2.- Expresión/palabra/elocución
3.- Tono/pronunciación/acento
4.- Tecnicismo/tropología

Diccionario de Sinónimos, ideas afines, Antónimos y parónimos. Cultural S.A. Tomás del Rey.


Comunicación.-

1.- "Acción y efecto de comunicar o cmunicarse".

2.- "Escrito en que se comunica algo".

3.- "Medio de unión"

4.- "Transmisión de la información en el seno de un grupo, considerada en sus relaciones con la estructura de este grupo".

Sinónimos de comunicación:

1.-Oficio, escrito
2.-trato, relación

sábado, 20 de diciembre de 2008

segundo cuadro: Guayasamin



Este es el segundo cuadro de la serie de trabajos que planteábamos en clase. El primero fue el de el limón de Manet, pero no consigo colgar la imagen... definitivamente, soy un desastre.

Ahora estoy trabajando en el desnudo de Modigliani. Pronto lo colgaré, porque está por acabar.

lunes, 15 de diciembre de 2008

La deshumanizacion del arte.Ortega y Gasset.


LA DESHUMANIZACION DEL ARTE.
El arte en presente y en pretérito.
Octubre de 2008.

"La deshumanización del arte, y otros ensayos de estética.", José Ortega y Gasset. Prólogo de Valeriano Bozal. Ed.- Colección Austral, Novena edición, 2002. Escrito en 1925. Ubicado en la Biblioteca de la Facultad de Bellas Artes, Universidad de Granada.

"Cuando la gente habla de arte moderno, piensa generalmente en un tipo de arte que ha roto por completo con las tradiciones del pasado y que trata de realizar cosas que jamás hubiera imaginado un artista en otras épocas. A algunos les gusta la idea de progreso y creen que también el arte debe marchar al paso del tiempo. Otros prefieren la frase del y creen que el arte moderno no vale nada. Pero ya hemos visto que la situación es mucho más complicada y que el arte moderno, del mismo modo que el antiguo, ha surgido como respuesta a ciertos problemas concretos".
E.H. Gombrich, La historia del arte, Ed. Debate, 1995, en el capítulo 27: "Arte experimental", Pág. 558.


Introducción.
Ortega desarrolla en este texto diferentes reflexiones acerca del tema del "nuevo arte", como él mismo bautiza. A él se refiere de una forma particular, haciendo un paralelismo verbal respecto del viejo arte, el arte tradicional, el arte que ha movido masas, un arte basado, en líneas generales, en la mimesis y la simulación de lo que se ve.
En el ensayo, el filósofo nos narra la situación del arte en el siglo XIX, y los inicios de un nuevo arte que amenaza con reemplazar las bases de una muy asentada tradición. A su vez, como argumento predilecto del libro, desarrolla su tesis sobre la deshumanización del arte, término que explicaremos como la "purificación" o desaparición de lo humano.
Por último, analiza los rasgos más importantes del arte nuevo, vislumbrando cómo su experiencia y contexto, influyen decisivamente en sus reflexiones.
Se incluye en este trabajo, una reflexión personal acerca de los términos (como deshumanización) que introduce el autor, y la visión elitista que sostiene apenas insinuada, del arte.


Desarrollo.
Como decía anteriormente, el autor aborda el tema del arte último, diciendo de él, principalmente, que es un arte rompedor, un arte que no quiere continuar con la tradición de la que hablamos.
¿Por qué?
Sencillamente porque es un arte que se basa en sí mismo: rehúye los temas desgastados a lo largo de la historia, y empieza a interesarse en el material con que se crea la obra, la mirada con que se lee la misma, su estética, y la sensibilidad que despierta.
Hasta este momento, comenta, "el arte de la mayoría fue siempre realista", un arte centrado en fingir la realidad que nuestros ojos captan, a través de los medios plásticos del arte. Por tanto, lo admirable era aquello que mejor "copiaba" o imitaba la realidad que el hombre veía.
Sin embargo, como proponen estos nuevos artistas según Ortega, el arte realista no tiene por qué ser el bueno; el gran parecido que ofrece es bueno para algunos, para esa mayoría, y sin embargo, puede tener una importante divergencia (errores que el artista comete) con respecto a la realidad.
De esta manera establece la siguiente declaración:
"El nuevo pintor no yerra; sus desviaciones del natural señalan un camino opuesto al que puede conducirnos hasta el objeto humano". (Pag.63)
"Lejos de ir el pintor más o menos torpemente hacia la realidad, se ve que ha ido contra ella; se ha propuesto DEFORMARLA, romper su aspecto humano, DESHUMANIZARLA."
Es aquí pues, donde podemos entender el título del libro, y todo lo que en él se expone.
Ortega reconoce en el nuevo arte, el arte del siglo XX por excelencia, la ruptura con la tradición y la identificación con lo insólito, aquello que no tiene que ver con el hombre.
De forma opuesta a los sentimientos y emociones del ser humano, el nuevo artista se basa radicalmente en la propia estética, que igualmente puede emocionar, pero que lo hace desde la visualidad, desde las formas, composiciones, texturas y características de la propia obra física.
No es, sin embargo, como comenta Jorge Urrutia en su artículo Vitalidad de la deshumanización del arte (Revista de Occidente, nº 300, Mayo 2006) "que el nuevo arte no sea humano, sino que deja de importar el patetismo de lo mostrado (la anécdota, lo vivible) para darle importancia a la construcción y a su estrategia. Por lo tanto, lo digno de valorarse del arte se aleja de lo fácilmente comprensible y exige, según Ortega y Gasset, una especial preparación."
La huida de ese realismo, de la copia de lo natural, es lo que llamará Ortega, "la fuga genial", la evasión o escamoteo del verdadero genio hacia la destrucción del objeto antiguo, y, por consiguiente, el nacimiento de algo nuevo.
El nuevo arte se opondrá a ser "reflejo de la vida, representación de lo humano", su centro de gravedad será ahora la voluntad de estilo, la deformación de esa realidad que le oprime en su creatividad.
El goce de ver un cuadro dejará de lado los sentimentalismos, y se centrará por fin, en el placer intelectual, en la belleza predominante de la obra en sí misma, y no en sus personajes u objetos paisajísticos.
"Hay que regocijarse cuando vemos un objeto que en sí mismo es regocijante/deleitante".
Sin embargo, como dice Ortega, hasta ese momento, "en vez de gozar del objeto artístico, el sujeto goza de sí mismo".
Lo real debe alejarse para dejar cabida a la contemplación de la propia obra; no podemos pretender vivirla o sentirnos identificados a través de experiencias cotidianas, como si fuese un mero drama.
Esta conversión de lo subjetivo a lo objetivo es la que señala Ortega.
Hasta tal punto el nuevo artista prefiere lo objetivo, la ausencia de lo humano, que se repugna ante la confusión entre la vida y el arte:
"Es un signo de pulcritud mental querer que las fronteras entre las cosas estén bien demarcadas. Vida es una cosa, poesía es otra. No las mezclemos. El poeta empieza donde el hombre acaba. El destino de éste es vivir su itinerario humano; la misión de aquél es inventar lo que no existe. […] El poeta aumenta el mundo, añadiendo a lo real un irreal continente."
Cabe subrayar estas frases para señalar que no queremos decir que el arte nuevo prescinda de la realidad, sino que ésta no se impone sobre el espectador.
Se trata de excluir lo tradicional, de anular las resonancias vitales, de que el arte re-cree, invente, componga, sin necesidad de ser "sentido".
Es por ello pues, que el nuevo artista precisará de valerse de la metáfora, para no caer en la representación fidedigna de la realidad, y a la vez, no separarse inexorablemente de ella. A través de ella, el artista se evade, crea, incluso "asesina al objeto real" en cierto sentido, porque lo transforma.
"La metáfora es el más radical elemento de deshumanización", dice Ortega (Pág. 76, La deshumanización del arte)
"La metáfora escamotea un objeto enmascarándolo con otro, y no tendría sentido si no viéramos bajo ella un instinto que induce al hombre a evitar realidades."
En este fragmento de un poema de Juan Ramón Jiménez, leemos:
No sé con qué decirlo,
Porque aun no está hecha
Mi palabra
.
Este poema incluido en la obra de la Generación del 98, precedente de nuestro autor, pone de manifiesto que la invención del gesto, del signo, la palabra, es lo que construye esa nueva realidad que buscan los nuevos artistas.
"Pensar es el afán de captar mediante ideas la realidad; el movimiento espontáneo de la mente va de los conceptos al mundo." (Pág. 78)
Pero entre la idea y la cosa, el concepto y la cosa en sí misma, hay mucha distancia. Por eso los poetas y artistas usan la metáfora, porque es un recurso que obliga tanto al espectador como al creador, a inventar un nuevo concepto, y darle al objeto real, al cotidiano, un significado no universal (como el que ya tiene), si no individual, propio, particular, y, en definitiva, original, en el sentido de "originar", crear nuevamente.
La mayoría de la gente cree que la realidad es lo que piensa –o pensamos- de ella, por tanto, la confunden con la idea.
Y dado que estas ideas son irrealidades, tenemos que realizar las ideas, para deshumanizarlas. En este sentido cabe recordar la filosofía de Descartes, quien proponía deconstruir nuestro sistema de conocimientos para componerlo de nuevo, atendiendo a cada una de las ideas que habíamos asumido y acogido en nuestra mente.
De esta forma, creamos un nuevo sistema de saberes, de ideas, que previamente y conscientemente, hemos observado, atendido.
Y en esta línea, Ortega reflexiona sobre los propósitos y la evolución del arte: "de pintar las cosas se ha pasado a pintar las ideas: el artista se ha cegado para el mundo exterior y ha vuelto la pupila hacia los paisajes internos y subjetivos." (Pág. 79)
Es aquí donde entra en debate otro de los temas más interesantes que expone Ortega en su ensayo:
El problema que deriva de la relación entre este nuevo arte que pinta ideas en lugar de realidades reconocibles, y el público que hasta ahora se había contentado con admirar la habilidad mimética de los artistas.
El artista nuevo da plasticidad, crea estética; la idea es el objeto, no el instrumento para llegar al objeto. Se valora más la postura teórica que el producto artístico en sí, a diferencia de lo que ocurría en anteriores etapas artísticas.
El artista se vuelve un iconoclasta, en palabras de Ortega, pues rompe con las imágenes, destruye los iconos y otros símbolos, y especialmente, rompe con los dogmas y convecciones establecidas y las desprecia.
En este sentido, vuelve su mirada hacia instrumentos de razonamiento deductivo, a la armonía de la presentación, hacia la abstracción de la realidad, por eso que Ortega y Gasset diga de ellos que "buscan formas euclidianas, que suplantan la línea mórbida del cuerpo vivo, por el esquema geométrico". (Pág. 80)
Este iconoclasta, este hereje que provoca un cisma, no es del todo original, quiero decir, que no es el primero que recurre a un cambio de estética en el ámbito del arte.
Aunque consideremos que el término Arte es reciente, en nuestros manuales de Historia del Arte, aparecen ya civilizaciones antiguas en las que las prácticas artesanas, ya acuñan la calidad de "artísticas". Y hemos visto a lo largo de todas esas prácticas de cada cultura anterior, que ha habido etapas en las que, lejos de pensar que el ser humano no tuviera habilidades miméticas, se interesaba más por la representación de unos ideales que de la propia naturaleza. Por eso las representaciones escultóricas, pictóricas, etc., tendían más hacia una abstracción de las formas, que hacia la copia fidedigna de un hombre o un objeto. Ejemplos de ello son la cultura egipcia (excepto el cisma producido por Akenaton, que ciertamente buscaba una representación más realista de la figura del faraón); la Edad Media, que traería de nuevo, la agresividad hacia la imagen real, y para dignificar al dios, se recurriría a la abstracción de las formas…etc. : vemos que desde siempre, "el viejo arte AHOGA al nuevo arte", y será interesante también llegados aquí, ver la idea de Ortega de que el arte anterior no siempre ha de tener sobre el arte nuevo, una influencia positiva. Aquí de hecho, vemos lo contrario. Los creadores de diferentes periodos, hastiados ya de mimetismo, recurren a nuevos lenguajes.
Viendo pues que no se trata de una práctica primeriza*, ¿por qué el público no gusta del nuevo arte?
*Tenemos que atender en este punto, que fue realmente, la primera vez que se tuvo conciencia de que la masa, por lo general, había aplaudido siempre la fidedigna representación de lo real, como pasaría a partir de los comienzos del Renacimiento, que rescataría el carácter de la Grecia Clásica, y que sentaría las bases de una larga tradición de realismo.
Encasillado en una misma forma de expresarse, el artista de los nuevos tiempos, acorde con sus circunstancias, hace una revisión interior y reconoce la imposibilidad de expresar sus intereses por medio de un lenguaje que otros usaron en un muy diferente contexto. Así, se sumerge en la tarea de buscar un nuevo lenguaje más apropiado y acorde con sus necesidades, con los nuevos materiales surgidos, con el contexto histórico y los eventos que vienen teniendo lugar a lo largo del desarrollo de los años; y por supuesto, empieza a tener conciencia de que el arte, como los demás campos de la cultura (como la ciencia), no es más que fruto de la evolución.
Precisamente de esa conciencia de que el artista no vive aislado, "se ha visto siempre, sin dificultad, en la obra de una época, la voluntad de parecerse más o menos a la de otra época anterior. En cambio, parece costar trabajo a casi todo el mundo advertir la influencia negativa del pasado y notar que un nuevo estilo está formado muchas veces por la consciente y complicada negación de los tradicionales." […] "La nueva sensibilidad finge sospechosa simpatía hacia el arte más lejano en el tiempo y el espacio, lo prehistórico y el exotismo salvaje. A decir verdad, lo que le complace de estas obras primigenias es –más que ellas mismas- su ingenuidad, esto es, la ausencia de una tradición que aún no se había formado." (Pág. 84)
Por eso realmente no es afecto hacia el arte del pasado, sino como decía antes, paradójicamente, un odio a lo civilizado, a la cultura, que es la causante de esa repetición continua de los mismos cánones. De esto el artista nuevo se cansa, y aunque recurra a aquellos mismos estilos primigenios, siempre es desde un sentido irónico, el sentido en el cual el artista gusta de la falta de tradición en aquellas obras, la falta de una cultura como tal.
De aquí la frase de Ortega de que el arte nuevo ridiculiza el arte.
Y es que, desde comienzos del siglo XX, gracias (si cabe dar las gracias) a todos los sucesos ocurridos, el artista, y los jóvenes, han perdido el interés en aquel arte que sólo servía para deleitar los sentimientos, las emociones humanas… y han optado por un arte que diga algo más, que satirice, que critique, o que deleite la intelectualidad.
El cambio de sociedad, la democracia, la libertad de expresión, lo laico frente a los preceptos religiosos…etc., hace que el artista nuevo, el joven, vea todo lo anterior, todo aquel pasado como sometido a ello, como sumiso y pobre. Ahora, los jóvenes tienen la oportunidad de hacer algo que verdaderamente les interese a ellos y que no tenga por qué responder a ningún canon, o respetar ninguna demanda; estamos ante el nacimiento de un arte plenamente individual, personal.
Ellos, como herederos de la cultura del nuevo siglo, de Nietzsche, de Worringer, y de intelectuales y representantes semejantes, niegan la realidad, hablan del arte del pasado, como pura imitación, y, que sin embargo, tenía demasiadas repercusiones en la sociedad, en la masa.
He aquí una reflexión de Ernst Gombrich, extraída directamente de una de sus más preciadas obras, La historia del arte, con la que podemos hacernos una idea de este cambio de pensamiento, de ese nuevo interés:
"Pero artistas y escritores, considerándose ajenos a la situación, se sentían paulatinamente más y más insatisfechos con los fines y procedimientos del arte que gustaba al público. La arquitectura ofreció el blanco más fácil para sus ataques, pues había evolucionado hasta convertirse en una rutina sin sentido. […]
A menudo parecía como si los ingenieros hubieran empezado por erigir una estructura para satisfacer las exigencias naturales del edificio, y después se le hubieran adherido unas migajas de Arte a la fachada en forma de adornos […].
Pero hacia finales del s.XIX, un número creciente de personas se dio cuenta de lo absurdo de esta costumbre. […]
Críticos y artistas como John Ruskin y William Morris, ambicionaron una completa reforma de las artes y los oficios […]"
E.H. Gombrich, La historia del arte, Ed. Debate, 1995, en el capítulo 26: "En busca de nuevas concepciones", Pág. 535
A partir de aquellos fructuosos momentos, el arte dejará de preocuparse por la trascendencia, por eso, como sostiene Ortega, no es para nada soberbio, sino todo lo contrario; sólo pretende ser arte, sin mayor pretensión.
"Lo jugoso del arte nuevo, es sacar su intención: quiere crear de la nada"
Y para crear de la nada, la invención es la única salida.
Me parece ahora apropiado introducir aquella pregunta que nos hacíamos sobre la popularidad del arte, sobre el gusto del público hacia él, asentimos que el arte nuevo, el arte que no busca un nivel de comprensión receptora fácil, como es el caso del arte realista, obliga, indudablemente, a enfrentar un modo distinto de relación con la actividad de recepción de la obra.
De sobra es sabido que los cambios, lo nuevo, lo recién inventado, no es precisamente bien acogido inicialmente por la masa desconfiada. Pero también sabemos que hay una importante diferencia entre lo que tarda en aceptarse, y lo que no se acepta nunca.
Pues bien, de esto justamente, conversa Ortega; de la diferencia entre lo impopular y lo no popular.
El arte nuevo entonces, es impopular, ya que no tiene la posibilidad de que guste a la masa, a pesar de que llegue a conocerse, como ocurriría con el arte que fuese no popular en sus comienzos.
Esa impopularidad se deriva, dice Ortega (cosa que comparto, si se me permite), del repudio de la masa, de un sentimiento de antipatía, y un aborrecimiento que proviene a su vez, de la incomprensión de la obra de arte. El disgusto que provoca la incomprensión ante la obra, es el que provoca el propio desinterés, cayendo el que la juzga en el equívoco de pensar que la obra no merece la pena en absoluto: "Si yo no lo entiendo, no lo entiende nadie"
El arte no popular no genera desprecio, de modo que en algún momento, puede llegar a calar en la gente; como es innovador, tardará un tiempo en "democratizarse", pero eso significa que se entiende. La línea divisoria que se señala entre éste y el arte impopular está en que el último, para las gentes, la masa, la mayoría, son incapaces de entenderlo.
Cabe preguntarse entonces si para este nuevo arte, la masa necesita algo más que identificarse con una realidad ficticia, copiada, simulada, es decir, si para reflexionar ante la obra de arte, necesitan más conocimiento.
La respuesta es clara y concisa: sí, este nuevo arte, es, en principio, para minorías ("sin pretender condenar las limitaciones de la masa", Valeriano Bozal, autor del Prólogo de La deshumanización del arte), no es un arte igual de asequible que el que se había hecho hasta ahora, simplemente porque el interés del artista se ha enfocado de forma diferente como decíamos. El artista no quiere que el espectador comparta actos y sentimientos, si no que se esfuerce en buscar algo más ligado a la propia obra y no a una realidad que no le pertenece.
[Aparte de la afirmación de Ortega sobre la división que afecta a las gentes con respecto al arte, sabemos que esa separación social es irresoluble porque la psicología de las personas ya de por sí crea una minoría de sensibilidades aristocráticas distintas de la masa.]
Aun así, citando a Valeriano Bozal en el Prólogo de La deshumanización del arte, "Difícilmente podrá hablarse hoy de la impopularidad del arte nuevo en los términos en que lo hizo Ortega, tampoco puede considerarse al hermetismo común denominador del arte de vanguardia."
Conclusión.
En este breve análisis, salta a la vista inmediatamente la noción de Ortega del arte nuevo como:
1º.- Un arte deshumanizado
2º.- El arte por el arte
3º.- La falta de cualquier trascendencia en el arte
Con ese lenguaje retórico, con el que influye en el lector inevitablemente, alude en su escrito al arte de las vanguardias, que es el que tiene lugar en el momento en que él desarrolla su obra. Además tendrá la influencia en España, de la Generación del 27, con García Lorca, Luís Cernuda, Pedro Salinas, Alberti, o Vicente Aleixandre, del Simbolismo de la Generación del 98 de Unamuno, Baroja, Machado, o las referencias de Juan Ramón Jiménez o Rubén Darío, que serán evidentemente, una atribución importante a todas estas ideas que sostiene, que sin embargo, no serán del todo nuevas.
Es de destacar, bajo mi juicio, esa distinción definitiva que hace entre la sensibilidad artística, y la sensibilidad humana, lo que le llevará a reflexionar sobre la popularidad del arte, decantándose por un arte elitista.
Esta visión elitista procede de su división de la sociedad entre los que entienden ese arte, y los que no; pero no es una idea exclusiva de Ortega. Como acabo de decir, los influjos que tuvo nuestro autor, favorecieron esta perspectiva elitista, pues pertenecía a una familia burguesa que le ofreció la oportunidad de dedicarse a los estudios universitarios sin problema, así como escribir en periódicos; además de la influencia de las experiencias con el modernismo, y el Ultraísmo, aquel movimiento literario nacido en 1918, para enfrentar al modernismo, proponiéndose un cambio estético (menos ambicioso que el surrealismo) que definió Cansinos Assens de la siguiente forma:
"El ultraísmo es una voluntad caudalosa que rebasa todo límite escolástico. Es una orientación hacia continuas y reiteradas evoluciones, un propósito de perenne juventud literaria, una anticipada aceptación de todo módulo y de toda idea nuevos. Representa el compromiso de ir avanzando con el tiempo."
Es claro es paralelismo entre unos movimientos y otros, en cualquier campo del arte y la cultura.
Para mí, lo más interesante de este ensayo, sea, quizá, ese pensamiento elitista del arte. La descripción del Romanticismo como un tipo de arte que "se hace consistir radicalmente en una exposición de realidades vividas, que nos sobrecogen, y suscitan en nosotros una participación sentimental que impide contemplarlas en su pureza objetiva", me parece asombrosamente acertada, al igual que me parece acertado que el arte del siglo siguiente, el nuevo arte, sí que permita esa contemplación ajena a la subjetividad.
Ya que este arte sólo pretende despertar un goce puramente estético, es inevitable que eluda las formas de representación tradicionales, es decir, que es una evolución, tan necesaria como inevitable, tal cual la del ser humano.
Ya "no hay que considerar a la imagen como un procedimiento de narrar, ilustrar, traducir o transmitir valores universales que le son ajenos, y que por tanto, podrían transmitirse por otros procedimientos", como escribe Valeriano Bozal (Prólogo de esta edición de La deshumanización del arte, Pág. 19).
Ahora -bajo mi punto de vista-, la imagen, pictórica, escultórica o como quiera que sea, tiene un potencial que sólo en ella misma se puede apreciar.
"El arte es el lenguaje que, lejos de aludir a la intimidad, la ofrece, la presenta, y ésa es la causa del goce estético." (Valeriano Bozal, Pág. 24)
Pero, ¿hasta qué punto el arte debería ser elitista?
De un lado, me gustaría pensar en la idea utópica de que todos aquellos que entrasen en un museo a ver una exposición de arte, no se quedaran únicamente con la habilidad del artista a la hora de copiar la realidad. Es decir, que, en el supuesto caso de que se tratara de una exposición de arte contemporáneo, la gente se plantease algo más, pues como decíamos, el arte –o el artista- no es independiente del contexto y las circunstancias que tienen lugar en la sociedad en la que se desarrolla.
Me encantaría ver que cuando alguien entra en una exposición o ve una determinada representación artística, entendiera lo que en ella está contenido. Que el arte, es un arte para todos.
Pero no es una realidad.
La realidad es que cuando alguien entra en una exposición, no entiende lo que en esas obras expuestas está reflejado. Igual pretenden ver en ellas algo que no se les puede "revelar" en el sentido en que ellos esperan.
Inevitablemente pienso que para entender ciertos aspectos del arte, no ya sólo el arte del siglo XX, sino también como digo, algunos aspectos en general, uno precisaría cierto conocimiento, igual que para entender el origen del universo habría de estudiar astronomía, y física durante x tiempo, hasta formarse en el campo.
Sin embargo, sé de sobra que las personas poseen cierta sensibilidad hacia el arte, y que la sensibilidad no sólo la poseen aquellos que estudian o conocen el arte -pues quiero creer que es intrínseca al ser humano-; pero sí es cierto que es más fácil desarrollar esas capacidades una vez uno comienza a indagar en la historia, en los artistas, y en los materiales.
Aun así, tampoco me convenzo de que todas las personas tengan esa predilección de querer entender lo que ven.
Me sigue pareciendo -lamentablemente- cierta, esa proposición de Ortega de que "bajo toda la vida contemporánea late una injusticia profunda e irritante: el falso supuesto de la igualdad real entre los hombres".
Sería positivo ese estado de igualdad en la que los que visitan una exposición entiendan lo que ven, ya lo valoren positiva o negativamente, pero con razones y juicios de conocimiento, de saber; pero de momento no hemos llegado a eso.
La evolución del arte lo ha llevado a disgustar a la masa, a provocarla, a hacerla rabiar con sus continuos ataques al "buen gusto" del pasado, y por ello, ésta se debe esforzar en entenderlo, y querer descubrir su sentido irónico y verdadero.
Si una parte de la sociedad evoluciona como lo hacen las décadas, y crea este determinado arte, esta cultura, diferente de la anterior, ¿acaso no evoluciona el resto de la sociedad con él, con la tecnología, con los descubrimientos, etc.?
O no es así, o no quiere ser así, que también es muy probable.
Sabido es de sobra que el ser humano cuando se acostumbra a determinada cosa, difícil es cambiarle ésta.
Pues algo así ocurre con el arte. Acostumbrada a siglos de interminable tradición artística, la masa no puede radicalmente entender un cambio tan rompedor como el que proponían las vanguardias, y, después de tantos años, sigue sin entender el nuevo arte (que ya dejó de serlo), aunque lo consume ansiosamente, como el que lleva zapatos de tacón de aguja, porque son elegantes, aunque le destrocen los juanetes.
Y, sin embargo, y en esto quiero hacer especial hincapié, esta misma masa, la que consume el arte, la que actúa de público, la que parece no entender, es uno de los factores más importantes en el desarrollo y persistencia mismos del arte, pues con los años, se va educando en el ámbito, y es de hecho, la que ha contribuido a la generalización del mismo, a su conocimiento y a que, precisamente, logre alcanzar la popularidad que le fue negada en sus inicios.
"No existe, realmente, el Arte. No hay más que artistas, esto es, hombres y mujeres favorecidos por el maravilloso don de equilibrar formas y colores hasta dar en lo justo, y, lo que es más raro aun, dotados de una integridad de carácter que nunca se satisface con soluciones a medias, sino que indica su predisposición a renunciar a todos los efectos fáciles, a todo éxito superficial a favor del esfuerzo y la agonía propia de la obra sincera. Los artistas, creemos, existirán siempre. Pero si también el arte ha de ser una realidad depende en no escasa medida de nosotros mismos, su público. Por nuestra indiferencia o nuestro interés, por nuestros juicios o nuestra comprensión, nosotros decidiremos su continuidad. Somos nosotros quienes tenemos que mirar que el hilo de la tradición no se rompa y que se ofrezcan oportunidades a los artistas para que acrecienten la preciosa sarta de perlas que constituye nuestra herencia del pasado."
E.H. Gombrich, La historia del arte, Ed. Debate, 1995, en el capítulo 27: "Arte experimental", Pág. 597

viernes, 12 de diciembre de 2008

definiciones

DEFINICION.-
Según el diccionario “El pequeño Larousse ilustrado”, definición es la acción y el efecto de definir; dicho de otra forma, es aquella “proposición afirmativa que tiene por objeto hacer conocer exactamente la extensión y la comprensión de un concepto”. Definir es, por tanto, “fijar y enunciar con claridad y exactitud el significado de una palabra”.
Sinónimos de este término, son según Tomás del Rey en el Diccionario de Sinónimos, de Cultura S.A., en la Edición de 1998, descripción, explicación, tesis, dictamen y determinación.
IDEA.-
Según las fuentes de la conocida Wikipedia, por poco fiables que sean, Idea es una “imagen que existe o se forma en la mente”. Por un lado se habla de idea en cuanto al “resultado de una reflexión acerca de algo”, y por otro, de forma más popular, a una “ocurrencia, un hallazgo” surgido o incitado por algo externo. Según el mismo diccionario que citaba antes, idea es la “representación mental de una cosa real o imaginaria”. Cabe decir que su origen griego se refiere más a la apariencia, la imagen ideal de un objeto.
Según la RAE, la idea es el primero y más obvio de los actos del entendimiento, que se limita al simple conocimiento de algo.
CONCEPTO.-
Según la RAE, concepto es la “idea que concibe o conforma el entendimiento”. Aparentemente parece no haber mucha diferencia entre concepto e idea, pero vamos a verlo en sus diferentes acepciones:
Mientras que la idea es la imagen mental como decíamos, el concepto es más bien el pensamiento expresado con la palabra, es decir, una noción o término concreto que se refiere a una idea. También se habla de concepto como “opinión”, aunque este significado no nos interesa tanto.
PROCESO.-
Según el Diccionario Larousse, proceso es el “desarrollo, evolución de las fases sucesivas de un fenómeno”. También se define como el método o sistema adoptado para llegar a un determinado fin. La palabra proceso, pues, nos da a entender una implicación de transcurso, sucesión, hasta llegar a algo.
La primera acepción en la RAE, curiosamente es “acción de ir hacia delante”, así como el segundo es “transcurso del tiempo”.
CREACIÓN.-
La definición de creación en el Diccionario Larousse, dice así: “Acción de crear;cosa creada. Mundo, todo lo creado”. En el Diccionario de Sinónimos, aparecen como tal, los términos “Universo” y “Cosmos”; también, posteriormente, “fundación” e “instauración”.
En las definiciones que ofrece la RAE encontramos también:
-“Acción de crear (=hacer a alguien lo que antes no era)”
-“Acto de criar o sacar Dios algo de la nada” (teniendo en cuenta que este fue su primer gran importante significado y el que más ha perdurado, nos interesa tenerlo en cuenta a la hora de pensar en el acto de crear como hacerlo de la nada, de dar origen a algo).
En otro diccionario encontré las siguientes:
-“Naturaleza, mundo, conjunto de todas las cosas creadas”
-“Establecer, fundar; dar vida a una cosa”.
ARTE.-
En la RAE se define por “virtud, disposición, y habilidad para hacer algo”. Además, como la “manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros”.
Se enuncia otra definición que también me parece curiosa para citar:
-“Conjunto de preceptos y reglas necesarios para hacer bien algo” (para eso que hablamos a menudo sobre si el arte debe ser totalmente libre, o debe hacerse bajo unas normas que exijan mínimamente una calidad en la obra, en el resultado).
-“Maña, astucia”.
En el Larousse, de la Edición del 2006, se da una explicación más concreta y adaptada al arte que más conocemos: “actividad creativa del ser humano que consiste en transformar y combinar materiales, imágenes, sonidos, etc., para transmitir una idea o un sentimiento y producir un efecto estético, o para embellecer ciertos objetos o estructuras funcionales; conjunto de obras resultantes de esta actividad que pertenecen a un país, una época, un autor o una estética determinada”.
Con estos, podemos ver cómo ha ido evolucionando el concepto de arte a lo largo del tiempo, y ver cuál se adapta más al tipo de arte que se hace hoy, el que conocemos, para ver si habría de modificarse, o si se debe tener una idea de arte estricta y anclada en la tradición, para someternos a ella en cuanto a nuestra obra personal.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Lectura del capítulo "El declive de la ciudad de Mahagonny"

Robert Hughes. A toda crítica. Ensayos sobre arte y artistas. Traducción de Nothing of Not Critical (Nueva York, 1990) de Alberto Coscarelli.
Ed. Anagrama. Barcelona, 1992. (1987)



Robert Hughes comienza su
discurso comentando el “centralismo” que el Arte del siglo XX acabó por asumir.
Con centralismo quiero hacer referencia al fenómeno que estableció una Capital del Arte, que supuso la visita obligatoria para todo artista del momento.
Esta capital de la que Hughes habla fue Nueva York, que había desbancado a la París del XIX.

A partir de este primer punto, Hughes desarrolla el tema de la enseñanza americana a través de la obra de esos artistas que debían ser “de los que dependiera el futuro de la pintura”.

Rememorando su experiencia en Australia y sirviéndole su situación desfavorecida (pues el último arte que se hacía llegaba al continente de una forma muy precaria) para juzgar aquel arte nuevo como insulso, vacío, “falto de rigor” o “de trazos chapuceros”, elabora un texto cargado de ironía y sarcasmo, en el que asume que “no entiende” el aclamado arte de Nueva York.

Justifica, mediante esa sentida incompetencia, el menosprecio que siente hacia el arte a partir de los 70, que a lo largo del texto deducimos.
Tiene mucho que ver con es falta de preparación que adjudica a los artistas americanos, el concepto “efímero”, quizá porque valore la obra de arte también respecto a la resonancia que ésta tenga.

El arte norteamericano precisamente en aquel momento, se asumía como la obra cumbre del s.XX. Sin embargo, afirma Hughes, éste mismo estaba condenado a no ser históricamente relevante, a pesar de que estuviera imponiendo sus cánones, sus normas, y “contagiando” sus características a todo el arte internacional.

En torno a esto, Hughes reconoce que incluso allá en Australia, donde estos referentes americanos llegaban por medios bastante burdos (la mera reproducción-de la reproducción), aceptaban esa imposición –se justifica- como “estilo obligado”, llegando a afirmar que “[...] eran tan concluyentes que reprimían cualquier oposición estética”.

Y es que, como dice un poco más adelante: “La periferia suspira por la seguridad del centro”, o, “[...] sumergir su frágil y, sólo en parte, definida identidad en algo manifiestamente más fuerte”.

De ahí que continúe con la afirmación de que se produce una normalización del arte, es decir, ese contagio que señalaba antes.

El arte que consigue ser comercial, entrar en mercado (en este caso el americano) construye un “imperio”, domina con su política de expansión al resto, que ahora depende de él, como si fuera una colonia.
Por ello se unifica el arte, y aunque no lo creamos (tampoco se puede tomar literalmente, y menos para todo el siglo; ya sabemos que no ocurrió así), el “imperio” no permite que existan particularidades.
Empleando su tono de mando, uniformiza, generaliza el arte, siguiendo bajo la ley y el dogma (en este momento diferentes de los clásicos, pero igualmente hechos para crear escuela, seguidores, maestros).

Si por algo no sucedió así, y no se ingirió ese “Menú Touristique” que nombra Hughes, es quizá porque, basándonos en una nota muy aguda del margen del texto, este arte usaba un “lenguaje tan elevado, que ni poniéndose de puntillas alcanza uno a comprenderlo”.
Este breve comentario hace referencia como podemos deducir a las claves que usa este tipo de arte, no apto para todos los públicos.

De esta dificultad para entender la obra de arte contemporánea surge el impedimento de sustraer lo que de genial hay en la misma.

Esto nos remite de forma obvia al discurso de Ortega sobre la incapacidad de la “masa” y el público de entender el “nuevo arte”, y a su consiguiente desvaloración a causa de la incomodidad que esa ignorancia ante el cuadro genera.

La diferencia debe radicar en que Hughes normalmente habla de un grupo formado por artistas que se ven influenciados por las tendencias coetáneas, mientras Ortega se está refiriendo a la masa, al público generalizado, cuando se refieren a la incapacidad de entender la obra de arte.

Y aun a pesar de no ser capaces de comprender lo que la obra sugiere, existe una importante predilección por parte del gremio de los artistas de aceptar y recuperar la tendencia de esa compleja obra.

Es en este punto donde Hughes reflexiona y opina radicalmente sobre esa disposición de nuestra cultura por “regurgitar”, en palabras del propio autor, por “engullir y vomitar” cada estilo o movimiento que nace: nuestra cultura es un continuo “repetir”.
La contraposición que establece entre las sentencias “nada vuelve otra vez” (Pág. 17), y aquella idea suya acerca de la bulimia cultural (que implica de hecho que todo vuelva), propone una interesante e ingeniosa paradoja que alude al hecho de que, aunque todo se repita porque estamos condenados a redundar, nunca será igual (recordad aquella frase con la que se pronunciaba al inicio de su escrito: “América jamás ha producido un artista que pudiera compararse a Picasso o a Matisse, o un movimiento artístico con la inmensa resonancia que tuvo el cubismo.” -R.Hughes. A toda crítica. Ensayos sobre arte y artistas. Traducción de Nothing of Not Critical, Nueva York, 1990, de Alberto Coscarelli. Ed. Anagrama. Barcelona, 1992. Pág. 12, Introducción.)

Quizá esta repetición esté enlazada con esa “capacidad –que señala Hughes- del artista para consultar y utilizar las tradiciones pasadas de su propia cultura”(Pág.20). La manera en que aprendían antes los artistas era desde los museos, directamente de las obras de sus predecesores; la repetición a la que ahora nos referimos no es de este tipo, de emular a los maestros de la tradición (pues, si fuese de este modo, Robert Hughes no estaría tan disgustado con las enseñanzas de los artistas americanos), sino de repetir lo que está más en boga, para generalizar, justamente como el Imperio ambiciona.

Hace alusión por tanto, después de estos duros párrafos, a la real pobreza cultural, que si bien parece todo lo contrario, verdaderamente, estamos ante una “re-producción” de nuestros propios sistemas (a pesar del engañoso surgimiento de supuestos estilos diferentes).

Esta pobreza que insinúa, tiene mucho que ver con su idea de una falta profunda de base educativa en los artistas, especialmente americanos, contra los que arremete duramente.
Así, habla de una “abotargada monotonía de mediocridad que constituye lo último del siglo XX” (Pág. 18), con un evidente carácter peyorativo.

El problema que Hughes revela de todo esto, es que la nueva educación para los artistas, consistía más en crear un estilo o personalidad propios para cada uno de ellos, que en transmitir verdaderos conocimientos plásticos o técnicos para solucionar los problemas que se presentan en la realización de una obra.

Así, sostiene que otro grave error de este sistema ha sido inculcar la falsa creencia de que “los valores académicos son contrarios a la creatividad” que tanto ansían.
Hasta el punto llega su crítica, que afirma: “[...] era más fácil para los maestros dejar a sus alumnos hacer lo que les apeteciera” (Pág. 21).

Otro factor que considera determinante en el declive del Arte, es “la anexión de la enseñanza artística a las universidades”, pues se deriva de ello un interés extremado por el tema conceptual, dejando la creación en manos de la idea, desapareciendo casi por completo la obra física y tomando en consideración por encima de todo, el concepto.
Esta dejadez por parte del creador con respecto al trato de los medios, será decisiva para que el Arte ahora sea más difícil de entender, y por tanto, de apreciar; el público, acostumbrado a recibir una serie de imágenes coherentes con lo que ve, con la realidad, imágenes que re-presentan fidedignamente lo que la vista ofrece, se siente frustrado ante una obra de tipo conceptual, en la que el óleo, o el mármol, han sido sustituidos por un objeto cotidiano que pretende ser obra a través de una explicación o un título inaccesible.

A esto se unen los recursos que los nuevos artífices poseen para desentenderse aún más de los materiales artísticos tradicionales. Desde el surgimiento de la fotografía, el realismo o la figuración absoluta dejaron de ser el centro de interés para los artistas, puesto que habían hallado un medio mucho más fiel y preciso. De esta manera, era lógico que el Arte evolucionara de forma semejante.
La consecutiva invención de la televisión y el video, junto con otros artilugios de análogo poder de manipulación, serían desde entonces el punto desde el que impulsar el nuevo arte. Derivado de estos medios, la publicidad y la información atrajeron las miradas curiosas y las ambiciones de los artistas.

Debido entonces al desarrollo de todos estos avances tecnológicos, el artista no precisa viajar a un centro concreto y único de Arte, puesto que ya puede buscar lo que le interesa sin necesidad de moverse del sitio. Con esto contribuye a hacer desaparecer el centro de Arte como tal, reemplazando el concepto de ciudad del Arte, muy unido al mercado, por una idea más global del mismo.

Esta evolución ha llevado al Arte a su propia destrucción a favor de la creación de la Industria del Arte. La valoración económica de la obra artística es ahora casi el principal motivo por el que hacer Arte. Y como Hughes apunta, “hemos llegado a dar por sentado que el arte debe tener unos precios de locura: parece normal que su cotización deba violar nuestro sentido de la decencia” (Pág.31).
Al introducir el mercado en el campo del Arte, nos hemos condenado nosotros mismos a no poder contemplarlo: los museos, las exposiciones monográficas y temporales, y la recuperación de las grandes obras del pasado para enviarlas por todo el mundo, hacen imposible concebir un centro, una capital donde emigrar a formarse completamente. Todo está en venta.





Fundamentalmente esta época ha sido una década infame y deshonesta para el arte. [...] Pero tal vez uno de sus resultados positivos sea que por fin nuestras mentes queden limpias de las resacas de la cultura imperial. [...]
En las actuales circunstancias, un gran artista puede aparecer con la misma facilidad –y de improviso- en Hungría, Australia o Nueva York
.” (Pág.41)







La creencia en el proceso artístico es una reliquia fosilizada


Robert Hughes. A toda crítica. Ensayos sobre arte y artistas. Traducción de Nothing of Not Critical (Nueva York, 1990) de Alberto Coscarelli.
Ed. Anagrama. Barcelona, 1992. (1987) [Pág. 35]

definiciones de "mercado de arte"

MERCADO DEL ARTE

-El mercado en
economía es cualquier conjunto de transacciones, acuerdos o intercambios de bienes y servicios entre compradores y vendedores. En contraposición con una simple venta, el mercado implica el comercio regular y regulado, donde existe cierta competencia entre los participantes.

-Otra definición: “es el ambiente social (o virtual) que propicia las condiciones para el intercambio. En otras palabras, debe interpretarse como "la institución u organización social a través de la cual los ofertantes (productores y vendedores) y demandantes (consumidores o compradores) de un determinado bien o servicio, entran en estrecha relación comercial a fin de realizar abundantes transacciones y bajo estas condiciones establecer el precio del mismo.”

El mercado surge desde el momento en que se unen grupos de vendedores y compradores (
concurrencia), y permite que se articule el mecanismo de la oferta y demanda; de hecho, mercado es también el lugar donde se compran y venden bienes.

“WIKIPEDIA, La enciclopedia libre”



-Una de las definiciones de la RAE sobre el término MERCADO, es la siguiente:
“ 4. m. Conjunto de actividades realizadas libremente por los agentes económicos sin intervención del poder público.”


-“
La posibilidad de lucrarse estimula a las personas a ser emprendedoras, a trabajar y a invertir. La base del sistema del mercado es la libertad del individuo para ofertar y demandar. El intercambio es la esencia del libre comercio, y su lenguaje, el dinero.

En los países desarrollados, el mercado lo ha invadido todo, incluso el arte. Atrás han quedado los años en que los reyes, papas o mecenas lo financiaban. Hoy, la cultura sólo halla financiación en dos espacios: la Administración o el mercado
.”

FERNANDO TRÍAS DE BES, profesor de Esade, conferenciante y escritor “¿ARTE O MERCADO?”, 16/10/2005

Este profesor señala dos opciones:

La cultura debe ser subvencionada. Los que así piensan aducen que los mercados no tienen piedad y los rige el lucro. Sólo si una cierta forma de arte es rentable recibirá apoyo del capital. No hay espacio para un arte que, a pesar de tener un alto valor intelectual, tenga pocos seguidores. […]

El arte no debe financiarse con dinero de los ciudadanos. […]Entramos en un patriarcalismo que considera que los ciudadanos no pueden discernir qué es artístico y qué no [...]¿Qué artista es al que hay que financiar? ¿Qué iluminado está en posesión de esa verdad? Ahí entrarán los intereses políticos o las preferencias o inclinaciones personales, los amiguismos… La forma de ventilar estos problemas es que cada uno se pague la cultura que desea de su propio bolsillo
.”

primer trabajo de presentación